jueves, 16 de septiembre de 2010

La xenofobia en Europa

Las expulsiones de gitanos rumanos y búlgaros de Francia han provocado, aunque tarde y mal, la irritación de la comisaria de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía, Viviane Reding.

La vicepresidenta segunda del Ejecutivo comunitario empezó su mandato preocupada por la tendencia cada vez más pujante de la renuncia a las libertades individuales por pretextos de seguridad ciudadana. La instalación de cámaras en determinadas vías públicas o el debate de los escáneres corporales en los aeropuertos no son sino muestras de cómo los Gobiernos están invadiendo ámbitos privados de la vida de cada persona. Europa siempre se ha caracterizado por no ir tan lejos como Estados Unidos en esta cuestión, pero la oleada de gobiernos de derechas en la mayor parte del continente ha ido cambiando esta particularidad europea de que los ciudadanos no estén dispuestos a ceder a todo con el pretexto de que están siendo protegidos de posibles acciones terroristas.

Reding inició su mandato con la siguiente afirmación: “No permitiremos que nadie dicte normas que vayan contra nuestros derechos fundamentales bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo. Nuestras necesidades de seguridad no justifican ninguna violación de la privacidad”.

Lo que seguramente no preveía es que su mandato iba a estar marcado por el debate del racismo y la xenofobia. Silvio Berlusconi y Nicolas Sarkozy, presidentes ambos de Estados fundadores de la UE, no han escondido sus recelos hacia la etnia gitana y a la población inmigrante residente en sus países. Y lejos de trabajar por estrategias de integración, se han dedicado a estudiar el derecho comunitario para encontrar la forma legal de expulsarlos. Afortunada y obviamente, no hay resquicio legal alguno en los Tratados de la Unión Europea que prevea tal cosa. Y sin más, han actuado sin que les tiemble el pulso y sin cargo de conciencia alguno.

A la Comisión Europea, como gobierno comunitario y motor de la integración, no debe temblarle la mano cuando se llevan a cabo acciones de tal calibre. Y falló por su ambigüedad con Francia, cuando vimos a un Barroso con la cabeza gacha obligado a reaccionar pero sin querer incomodar a Sarkozy. Pero la luxemburguesa Reding ha sido más tajante al calificar de "vergüenza" la maniobra llevaba a cabo por el Elíseo.

"En Europa no hay lugar para la discriminación sobre bases de origen étnico o racial", apostilló Reding. "Se me está acabando la paciencia. Ya está bien". "Estoy personalmente convencida de que a la Comisión no le quedará otra salida que iniciar un procedimiento de infracción contra Francia".

Lo que más se le ha criticado fue la alusión a los tiempos del nazismo, cuando dijo que las expulsiones de minorías son un episodio que "Europa no tendría que volver a ver tras la II Guerra Mundial".

Europa debe estar preparada para hablar sin pelos en la lengua. Hay pocos precedentes de un "conflicto" tan abierto entre organismos comunitarios y Estados miembros. Al fin y al cabo, el debate público alimenta el proceso democrático.

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