miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Eurozona está herida

Un nubarrón turbio y gris se cierne sobre la Unión Europea en uno de los momentos más complicados de su historia. La crisis financiera internacional se está convirtiendo en una amenaza que ha llegado incluso a plantear la conveniencia de su desaparición.

Las grandes estructuras transnacionales no están hechas para perdurar eternamente. Ni los grandes imperios del siglo XIX, ni tan siquiera la Unión Soviética pudieron sobrevivir al paso de los años. Pero todavía no le ha llegado el momento a la UE. Más bien al contrario, las estructuras comunitarias deben aprovechar esta crisis para salir más reforzadas que nunca. Los Estados miembros tienen una lección muy importante que aprender, una lección que les ha hecho observar la pérdida de relevancia en un mundo globalizado en el que sólo la acción conjunta les puede salvar de la quema en la hoguera.

El euro, si bien atrajo todo tipo de halagos a los pocos años de vida, se ve en este momento herido gravemente. Más cuestionado que nunca.

Los mercados han acosado terriblemente los focos más débiles de la Eurozona. Primero, sometiendo a una presión insostenible a Grecia, cuyo gobierno se vio obligado a reconocer que había falseado cifras y estadísticas relativas al crecimiento de su economía y al déficit del país. Los conservadores tuvieron que anticipar las elecciones, y los ciudadanos encargaron al gobierno socialista la difícil misión de encauzar el país a la senda de la supervivencia. Esos mismos ciudadanos que han tenido que encarar un durísimo bloque de reformas impuestas por un FMI y una UE que han seguido la doctrina neoliberal más agresiva.

Pero las aguas, lejos de calmarse, fueron invadiendo la pequeña isla irlandesa. El tigre celta no ha podido más que maullar levemente ante el acoso y derribo de los mercados, que focalizaron toda su atención en Dublín. Puede que esta crisis económica también se lleve por delante al Gobierno de Cowen, que ya ha anunciado su intención de convocar elecciones anticipadas. Los ciudadanos irlandeses ya se han despertado con la noticia de que su calidad de vida no va a ser la misma a la de hace tan sólo un par de años.

Los mercados ya han obtenido la respuesta que esperaban de la UE y del FMI, y lejos de saciarse, dirigen su voraz apetito hacia la península Ibérica. Salir de esta crisis no es pactar medidas que dilapiden lo conseguido durante siglos de lucha obrera y bienestar social. Es cambiar los cimientos de un sistema despiadado y ruin que se basa en la especulación y la rumorología.