viernes, 11 de marzo de 2011

El tedioso camino de la patente europea

La creación de una patente europea es el proyecto soñado que muchos llevan ideando durante décadas. La Unión Europea es un mercado común de más de 500 millones de ciudadanos que tiene un inestimable potencial de crecimiento pero que no termina de arrancar. Aunque los países europeos importan y exportan sus productos principalmente entre ellos mismos (Europa es la mayor destinataria y receptora de los productos de Europa), la compra directa por parte de los usuarios a través de Internet no despega del todo porque al fin y al cabo sigue habiendo limitaciones insalvables como las del idioma.

Diseñar un sistema de patentes único y compartido es uno de los retos a los que tiene que hacer frente el continente para sacar pecho en la carrera de la competitividad. Patentar en Europa es costoso y difícil ya que a pesar de la existencia del mercado común, una patente ha de registrarse en cada Estado miembro por separado, con los consecuentes costes que ello acarrea; de ahí que el debate haya saltado a primera plana después de mucho tiempo buscando soluciones sin éxito.

El comisario de Mercado Interior, el francés Michel Barnier, decantó la balanza a favor de un sistema europeo de patentes multilingüe, que englobaría las 3 principales lenguas de la UE: inglés, francés y alemán. Consagrar estas lenguas como las oficiales también en el terreno de la competitividad hizo alentar los ánimos nacionalistas y España e Italia lo tomaron como un agravio personal por el que no pasarían jamás.

Siendo prácticos, una patente europea eficaz debería seguir la prerrogativa del ‘English only’.

A pesar del rechazo de Italia y España a este proyecto, las reglas del juego determinadas por el Tratado de Lisboa ya no establecen unanimidad sino un acuerdo entre mínimo 9 Estados miembros para trabajar en una “cooperación reforzada” que no paralice todos los proyectos que no cuentan con el visto bueno de los Veintisiete. Así lo confirmó la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo en enero.

El Tribunal de Justicia de Luxemburgo es la última baza para Roma y Madrid. Los magistrados europeos tendrán la última palabra sobre el agravio comparativo de las lenguas. Doce Estados miembros han respaldado la iniciativa, a los que se sumaron otros trece en el Consejo de Competitividad del 10 de marzo. Esto deja únicamente a España e Italia fuera.

Pero en su complicada senda hacia el éxito, la patente europea sigue siendo objeto de duros reveses. El último, que dos días antes de que el Consejo de Competitividad diera formalmente la luz verde a la cooperación reforzada, los jueces de Luxemburgo declararan ilegal uno de los aspectos fundamentales de la futura patente europea: la creación de un órgano judicial separado del de Luxemburgo y que se encargaría de resolver futuros litigios.

A pesar de salir adelante en el Consejo, la patente europea deberá reinventarse y buscar una salida obligatoria ya que, según el secretario de Estado español de Asuntos Europeos, Diego López Garrido, con la decisión del Tribunal de Luxemburgo “el proyecto de patente comunitario no tiene viabilidad”. La Comisión Europea ha declarado que ya está analizando el horizonte para proponer futuras propuestas.

Por su parte, la Presidencia húngara del Consejo ha tendido la mano a Roma y Madrid invitándoles a unirse “cuando estimen oportuno”. No les quedará otro remedio.

jueves, 24 de febrero de 2011

El crecimiento de la UE en tiempos difíciles

La crisis financiera internacional que azota a la Eurozona ha sido una oportunidad de oro para que las instituciones de la Unión Europea se hicieran más visibles y cercanas ante los ciudadanos. La siempre alejada Bruselas ha pasado a ocupar buena parte de los titulares y los europeos nos hemos dado cuenta de que sí era

verdad eso que nos decían de que lo que se decide en la UE afecta directamente en nuestras vidas.

El problema viene cuando los gobiernos nacionales utilizan como pretexto la frase: “esto viene de Bruselas” al verse obligados a tomar medidas impopulares. Bien cierto es que la Europa neoliberal de Merkel y Sarkozy ha tomado un rumbo muy distinto al que hubiera emprendido de estar liderada por políticos de otro color. Pero no nos engañemos: que nos hayamos visto obligados a optar por el neoliberalismo como salida a la crisis no se debe a Francia o Alemania. Se debe al resultado de unas elecciones europeas que empañaron de color azul todas las instituciones.

La desmedida atención mediática ha convertido a la UE en el centro de unas críticas feroces, cuestionándose incluso uno de sus mayores logros: el euro. Bien es cierto que sin gobernanza económica común, el e

uro seguirá siendo una realidad a medias, pero el debate ya está abierto. A este respecto, se han tomado medidas que han pasado muy desapercibidas pero que cambiarán el funcionamiento de las cosas (al menos, eso cabe esperar).

En este clima, la Unión ha seguido adelante con sus retos de crecimiento interno mediante la integración de Estonia en la zona euro en enero de 2011 y la fase final de las negociaciones de adhesión de Croacia. El país balcánico ya ha completado provisionalmente 28 de los 35 capítulos pendientes (entre ellos, el conflicto fronterizo con Eslovenia) y la Presidencia húngara se ha marcado el reto de cerrarlos todos durante este semestre, algo que la desafortunada Presidencia española ya se propuso en su día.

Surgen sin embargo nuevos reveses que preocupan a la órbita europea, y es un sentimiento de rechazo cada vez más palpable en la sociedad croata respecto de su adhesión. Mientras en 2006 el Eurobarómetro concluía que sólo el 25% de los croatas tenía una visión negativa de su entrada en la UE, el informe del Parlamento Europeo acoge con preocupación la evolución de esta tendencia, citando textualmente que en “el último estudio del Eurobarómetro, la mayoría de los ciudadanos croatas piensan que la adhesión de Croacia a la UE no será beneficiosa para el país”.

El último informe de progreso de la Comisión hace un balance minucioso de los esfuerzos de Croacia por avanzar rápidamente a la adhesión, pero antes tendrá que superar un referéndum popular y aquí las autoridades europeas y croatas tienen un importante trabajo que llevar a cabo para evitar el duro golpe que supondría un hipotético rechazo. Con todo, y como ha declarado el eurodiputado Hannes Swoboda, es probable que hasta 2013 no sea posible. Queda esperar que sea una adhesión menos tormentosa que la de Rumanía y Bulgaria, que han acabado por convertirse en los socios más problemáticos de la historia de la UE ya que, como tuve ocasión de escuchar en palabras del propio ex comisario de Ampliación, Olli Rehn (actual comisario de Asuntos Económicos), fue una adhesión precipitada y a marchas forzadas.

**Próximos pasos:

Finales de junio: Fecha estimada de conclusión de las negociaciones de adhesión con Croacia.

Finales de 2012: Fecha hasta la que podría extenderse la ratificación por parte de los 27 Estados miembros.

1 de enero de 2013: Posible entrada de Croacia sin no hay ningún imprevisto.

1 de enero de 2014: Adhesión en caso de que surjan problemas o retrasos. 2014: Próximas elecciones al Parlamento Europeo, en las que previsiblemente Croacia participará.

viernes, 4 de febrero de 2011

La Revolución Industrial del siglo XXI

El encuentro histórico de los líderes europeos en una cumbre energética da por fin la relevancia merecida a la política energética y su futuro. Sin embargo, y tal y como reflexioné en un artículo la semana pasada en Berlín para EurActiv, “those who expect a historic agreement must be prepared for a possible disappointment”. No parece que las conclusiones del encuentro vayan a dar ningún giro inesperado al futuro energético inmediato.

Pero lobbies, agrupaciones y ONG’s van mucho más allá, y están consiguiendo trasladar el debate a los más altos niveles. Ya no es una utopía hablar de una reducción de emisiones de hasta un 90% para 2050 (en relación a los niveles de 1990). O de un abastecimiento del 100% en energías renovables hacia mitad de siglo.

El cambio requerido para alcanzar tal fin supone un verdadero salto cualitativo. Muchos hablan de una nueva revolución industrial, una serie de cambios que impliquen algo parecido a lo ocurrido a finales del siglo XVIII en Europa. La economía baja en carbono, limpia, verde, respetuosa con el medio ambiente y con la biodiversidad requiere un cambio en prácticamente todas nuestras formas de vida. Nicholas Stern, ex economista jefe del Banco Mundial, declaró en una entrevista al diario El País que esta revolución “será mayor que la de la electricidad, los trenes, los coches y probablemente mayor que la de la información. Afectará a todos los sectores y creará una ola de innovación. Las revoluciones de los últimos 200 años necesitaron inversiones durante 30 o 40 años y esta será una de esas. Esta vez no podemos permitirnos retrasarlo”.

El desafío es mayúsculo. Europa es un continente heterogéneo, y la energía solar que puede producir España no es la misma que, por sus condiciones meteorológicas, puede producir Bélgica, del mismo modo que la energía eólica que produce Finlandia es, con mucho, superior a la que puede aspirar a producir Grecia. También hay problemas con países pequeños como Luxemburgo, que no tienen espacio material para instalar parques eólicos o plantas solares. Por ello, la Comisión Europea estudia la creación de redes inteligentes capaces de interconectar Europa: que la energía producida por el abundante sol en España se pueda trasmitir a Suecia sin problemas, de tal manera que se garantice el abastecimiento y se reduzca la dependencia de otros países como Rusia, que exporta un gas fundamental para los inviernos europeos.

La Comunidad Europea para la Energía Renovable (ERENE) es un proyecto encabezado por la ex comisaria europea de presupuesto, la alemana Michaele Schreyer que defiende la viabilidad de las renovables y la urgencia de acabar con la dependencia de Europa respecto de los recursos fósiles. ¿Es posible? Según la Red Eléctrica de España (REE), las energías renovables cubrieron en España el 35% de la demanda eléctrica. Es el año en que, por primera vez en la historia, España exportó luz a Francia.

El Consejo europeo lo ha dejado claro: “la revolución en los sistemas energéticos europeos debe comenzar ya”. Se trata, sin embargo, de una ardua tarea que requerirá una inversión que el comisario europeo de Energía ha cifrado en un trillón de euros para los 10 próximos años. Un esfuerzo presupuestario incalculable y la necesidad de atraer inversión privada en un momento difícil. Lo que no dudan los líderes europeos son las palabras del presidente norteamericano Barack Obama: “el país que sea capaz de desarrollar y comercializar con éxito energías limpias conseguirá el liderazgo en el siglo XXI”.

--

*Fotos: ERENE y diario El País

Energías renovables: es el momento del doble o nada

La Unión Europea sigue enfatizando su apuesta por las energías renovables, y lo hace en un momento crucial para afianzar su credibilidad y su liderazgo. Los europeos presumieron de ser los más ambiciosos en los objetivos de reducción de emisiones en las cumbres mundiales del clima, pero es ahora cuando se va a decidir si todo era propaganda o si están realmente dispuestos a conseguir los objetivos marcados para el año 2020.

Los jefes de estado y de gobierno de los Veintisiete se han reunido en Bruselas en la primera cumbre energética de estas características, aunque ya hemos podido saber que la situación en Egipto y la crisis financiera internacional han quitado cierto protagonismo a la cuestión energética. Y en este contexto, merecen un apartado especial las últimas declaraciones del comisario de Energía, el alemán Günther Oettinger, que enfatizó que ha llegado el momento del “doble o nada”. A su juicio, y según los cálculos que ha realizado la Comisión, la actual inversión no es suficiente para conseguir un desarrollo potencial de las energías renovables que permitan alcanzar un 20% de cuota de energía procedente de estas fuentes en la próxima década. El comisario pidió un esfuerzo adicional a los Estados miembros y llamó a la financiación privada, para pasar de los actuales 35.000 millones a los 70.000. De lo contrario, el esfuerzo y el dinero empleado hasta ahora servirán francamente de poco.

El comisario afirma que de hacer algo, se hace en condiciones o no se hace. Y no le falta razón a Oettinger. A la UE se le cayó la cara de vergüenza cuando llegó el año 2010 y vio que no alcanzó ninguno de los objetivos que se había propuesto para esa fecha (dentro de la llamada ‘Estrategia de Lisboa’). Entre otras cosas, la estrategia pretendía convertir a Europa en la economía más competitiva del mundo, con bajas tasas de paro y alto nivel de escolarización e investigación científica. No hay más que mirar hoy a Europa para ver lo alejados que quedan esos objetivos de la realidad. El año pasado la Comisión formuló la ‘Estrategia 2020’, otro paquete de medidas que si bien es más realista no es por ello menos ambicioso y requerirá de una coordinación adecuada y una inversión comprometida.

La UE no se puede permitir otro fracaso de esa magnitud. En materia energética no se ha podido llegar, de momento, a un acuerdo vinculante en eficiencia energética. No se trata de trabajar en base a cifras y objetivos, como los planes quinquenales de la Unión Soviética, pero sí de establecer unos mínimos y un compromiso que aseguren reafirmar la apuesta europea por las renovables. Más que la construcción de costosos ‘super’ conductos que nos conecten a países de los que extraemos una fuente de energía que no perdurará para siempre y cuyo precio es muy inestable, se debería poner toda la carne en el asador para dotar al tan pobre en recursos naturales continente europeo de una energía limpia que elimine la dependencia de terceros países.

Pero la pregunta es: ¿se llegará al ambicioso objetivo de alcanzar un 100% de consumo en renovables a partir de 2050, como muchos ambicionan? ¿Están realmente preparadas las renovables para satisfacer las necesidades energéticas de un continente tan industrializado y consumista?

martes, 1 de febrero de 2011

La ineficacia de la política exterior de la UE

Los acontecimientos vividos en el Magreb, una ola de cambio en el mundo árabe impulsada por el pueblo, harto de ver el acomodo de las clases políticas y sus autoritarios líderes jurásicos como el tunecino Ben Alí o el egipcio Mubarak, ha puesto en el punto de mira una vez más la inacción de la Unión Europea en una región con la que se ha esforzado en mantener buenas relaciones.

La Alta Representante de la Unión para la política exterior sigue sufriendo un limitado margen de actuación, pero eso no supone excusa alguna para no haber empujado a los responsables de las carteras de Exteriores del resto de Estados miembros a actuar para que la UE lidere el apoyo a una transición democrática en los países árabes que están experimentando revueltas populares.

El artículo del domingo 30 de enero del corresponsal del diario El País en Bruselas, Ricardo Martínez de Rituerto critica abiertamente a Catherine Ashton, en unas palabras que reproduzco a continuación:

“El llamamiento lo hicieron conjuntamente los líderes de Alemania, Francia y Reino Unido, dejando bien claro quiénes marcan el rumbo en Europa y arrojando luz sobre la paupérrima función y personalidad de Catherine Ashton, formalmente responsable de la política exterior de la Unión”. (…) “Ashton produjo el viernes un comunicado marcado con la blandura inherente a su posición, siempre de observadora, de los desastres del mundo, esta vez en Egipto. (…) Un comunicado tipo de los que emiten Ashton y la UE, en los que solo cambian los nombres propios para reflejar la situación del día”.

Preocupante análisis al que, sin embargo, no le falta razón.

Las altas esferas de la UE deben preguntarse sobre lo que pasa, hacer autocrítica y cambiar el modus operandi para el futuro. Este problema puede traducirse en un sentimiento de rechazo por parte de la población magrebí y una ola de antieuropeísmo en la zona al interpretar que sus vecinos del norte han hecho la vista gorda durante años a sus gobiernos autoritarios, con los que han firmado acuerdos de asociación ventajosos, y han mantenido el silencio cuando el pueblo ha reclamado reformas.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La Eurozona está herida

Un nubarrón turbio y gris se cierne sobre la Unión Europea en uno de los momentos más complicados de su historia. La crisis financiera internacional se está convirtiendo en una amenaza que ha llegado incluso a plantear la conveniencia de su desaparición.

Las grandes estructuras transnacionales no están hechas para perdurar eternamente. Ni los grandes imperios del siglo XIX, ni tan siquiera la Unión Soviética pudieron sobrevivir al paso de los años. Pero todavía no le ha llegado el momento a la UE. Más bien al contrario, las estructuras comunitarias deben aprovechar esta crisis para salir más reforzadas que nunca. Los Estados miembros tienen una lección muy importante que aprender, una lección que les ha hecho observar la pérdida de relevancia en un mundo globalizado en el que sólo la acción conjunta les puede salvar de la quema en la hoguera.

El euro, si bien atrajo todo tipo de halagos a los pocos años de vida, se ve en este momento herido gravemente. Más cuestionado que nunca.

Los mercados han acosado terriblemente los focos más débiles de la Eurozona. Primero, sometiendo a una presión insostenible a Grecia, cuyo gobierno se vio obligado a reconocer que había falseado cifras y estadísticas relativas al crecimiento de su economía y al déficit del país. Los conservadores tuvieron que anticipar las elecciones, y los ciudadanos encargaron al gobierno socialista la difícil misión de encauzar el país a la senda de la supervivencia. Esos mismos ciudadanos que han tenido que encarar un durísimo bloque de reformas impuestas por un FMI y una UE que han seguido la doctrina neoliberal más agresiva.

Pero las aguas, lejos de calmarse, fueron invadiendo la pequeña isla irlandesa. El tigre celta no ha podido más que maullar levemente ante el acoso y derribo de los mercados, que focalizaron toda su atención en Dublín. Puede que esta crisis económica también se lleve por delante al Gobierno de Cowen, que ya ha anunciado su intención de convocar elecciones anticipadas. Los ciudadanos irlandeses ya se han despertado con la noticia de que su calidad de vida no va a ser la misma a la de hace tan sólo un par de años.

Los mercados ya han obtenido la respuesta que esperaban de la UE y del FMI, y lejos de saciarse, dirigen su voraz apetito hacia la península Ibérica. Salir de esta crisis no es pactar medidas que dilapiden lo conseguido durante siglos de lucha obrera y bienestar social. Es cambiar los cimientos de un sistema despiadado y ruin que se basa en la especulación y la rumorología.

domingo, 10 de octubre de 2010

Una generación desencantada

El especial "Pre(parados)" que lleva publicando el diario El País durante algunas semanas está mostrando ejemplos tremendos de una generación a la que se le alentó mucho desde la infancia y que está viendo que, una vez finalizado ese periodo y alcanzada cierta madurez para desenvolverse laboralmente en el destino de su país, sus aspiraciones quedan enterradas en la mugre de un sistema incapaz de integrarlos, una clase política ínfimamente interesada en su porvenir y un país que no les da las oportunidades que se merecen.

El sistema encarnó la esclavitud más cruel en la época de la industrialización del continente europeo. Personas trabajando en situaciones penosas, con jornadas laborales abusivas y sin derechos reconocidos dieron lugar a siglos de lucha obrera por conseguir unas condiciones mínimas para hacer al trabajador menos vulnerable frente al empresario.

Estamos en un momento peligroso, en el que la emergencia de países como China o India plantean unas reformas que nos hagan más competitivos mundialmente, y por eso el aumento de la jornada laboral o la ampliación de la edad de jubilación ya no son tema tabú sino que se debaten abiertamente y sin mayor reparo. El solo planteamiento de la cuestión debería ser algo que llevara a la calle a todos los ciudadanos en protesta para no dilapidar unas condiciones que lejos de recortarse deberían seguir ampliándose. Pero no es esa la cuestión que me atañe en esta entrada.

El sistema capitalista ha encontrado el filón perfecto para la esclavitud del siglo XXI: los programas de becas. Aquel trabajador que suple un puesto más de la plantilla de cualquier empresa pero que sólo tiene derecho a una pequeña asignación mensual (en caso de que la tenga) y a una cobertura de seguro.

Se llega a un nivel de bondad tal por parte de la empresa, que se ofrece al recién licenciado la oportunidad de tener su primera experiencia profesional. Y no sólo al recién licenciado; también a aquel que tiene carrera y máster; o aquel que tiene carrera, máster y sabe idiomas. Poco más que queda dar las gracias por no tener derecho a vacaciones, ni al reembolso de horas extras. Por trabajar durante meses, incluso años, sin cotizar a la seguridad social pero sin que ello signifique que la cuantía que reciben no esté sujeta a impuestos. Por aportar toda la energía y empeño a cambio de tan poco.

Un testimonio anónimo explica su caso personal bajo el titular "El coste de las becas". Un artículo con el que, tristemente, tantos se sienten identificados.